Brujería Anti (psi)stema
Una de las magias del capitalismo es no hacerse cargo del régimen político solidario con su quehacer gubernamental llamado heterosexualidad, que en mis desarrollos, no es ni una elección de objeto, ni una decisión personal, ni una opción a la misma altura que otras, ni un gusto personal; sino, como bien explicó Monique Wittig, es un sistema de opresión que organiza todos los asuntos humanos, y yo agregaría no humanos e inconscientes también. Las malas noticias son que si bien podemos argumentar que la heterosexualidad no es ni un dato natural transhistórico transparente que termina haciendo que un enchufe sea “hembra” o “macho” (¿btw, cuantos “machos” conocemos con dos antenitas?), tampoco lo es la homosexualidad, ni el ser hombre ni el ser mujer.
El decreto presidencial de Trump dejó más que en evidencia que “macho” y “hembra” (male/female tal cual lo dijo él) son políticos, ¿acaso, qué hay más político que un decreto? Todas estas categorías sociales son todas producciones o efectos del poder (como el sujeto, que no viene sin género y que sin género no llega a ser sujeto, y por ende, no será humano) con coordenadas geopolíticas historizables. Lo que intento decir es que en definitiva la trasgresión ya está contemplada en la norma; por eso, la advertencia de Foucault de tener mucho cuidado a la hora de no conjurar que el poder se reconduzca detrás de un aparente proceso revolucionario sino que más importante que saber quiénes somos es crear cómo somos, una contraproducción deseante según en mis abordajes, un desagregarse de los dispositivos de producción subjetiva de la heterosexualidad que crea formas de vida heterocapitalísticas hasta en quienes no tienen esa “práctica sexual”: del amor romántico, a la pareja y el Edipo, entre otres.
La magia del capitalismo es impedir que nos desagreguemos mediante dispositivos que producen (no es una imposición es una producción, un efecto) una subjetividad heterocapitalística de normalización y deseo de los valores heterocapitalísticos (familia, éxito social, reproducción, avance, modernidad, igualdad) que encarnaron como nunca a partir del 2020 (por eso, me gusta pensarlo como un reseteo). El soma está en posición de puerto USB de los equipamientos heterocapitalísticos en cuyos flujos nos vemos entrampados (como el hechizo unión de pareja, o atadura mágica) incluso sin darnos cuentas (literalmente casi todas las transacciones de un economía doméstica son online y virtual con todas las complejidades que conlleva una sociedad de control a escala pandémica). La conciencia es ella misma un producto o efecto de estos dispositivos; los organismos más rizomáticos, con más capacidad de adaptación al medio no tienen un soma individual ni una conciencia sino son simbióticos y en red con respecto incluso a otras especies (el nido de la hormiga podadora de jardín clásica es en realidad un hongo al cual las hormigas alimentan con los brotes mas tiernos del rosal; hongo con quien se comunican a través del ph de los fluidos que el hongo secreta para alimentar a las larvas, especialmente; así las hormigas saben qué necesita este hongo matriz hogar espacio neonatológico de alta complejidad, guarida, subterráneo). De las abejas y la polinización, pasando los virus y las bacterias sin conciencia (sin mente, sin imágenes mentales) "entienden" que para sobrevivir deben cooperar (simbiosis) mucho mas que competir. así, triunfan. Wilhem Reich ya lo había dicho, las masas no fueron embaucadas, las masas desearon al fascismo, que es mucho mas triste; y lo vuelven a desear siempre, en grados de intensidad, como el poema de Sylvia Plath, la bota fascista de papito en la boca. Es cierto, que nunca supimos hacer menos cosas siendo mas que nunca capaces principalmente de almacenar y producir, que realmente no son grandes virtudes. Pueblos de todos los tiempos pre- "el gran encuentro con Occidente" se las han ingeniado para surcar los mares (o preservar su hábitat en medio de la mayor hostilidad) mirando las estrellas, conociendo los vientos, observando el comportamiento de los animales (las hormigas se ponen muy nerviosas si está por llover). Peor aun, no podemos ya desengancharnos de todos los dispositivos a riesgo de que haya una hecatombe aun peor (¿quien apaga los reactores nucleares ante una extinción masiva producto del autofagocitamiento del capitalismo?). Combatir el heterocapitalismo supone en primera instancia recuperar tanto la astucia para sobrevivir como poner la sensibilidad al servicio de la autodefensa; y también precipitar un devenir frágil desde una vuelta al mundo del encanto. Retirarse incluso fisicamente de ciertos rituales sociales propios de esa subjetividad. Abstenerse del consumo incesante de alegrías compensatorias que suponen explotación permanente de alguien o algo mas. Vivir lento. Vivir simple. Estarse quieto. Prestar atención. Si la captura es mágica, fugarse supone, entonces, también lidiar con los mecanismos psíquicos del poder, al decir de Butler, que nos producen como sujetos deseantes de nuestro propio exterminio (justamente porque hemos perdido la capacidad casi por completo de cooperación y simbiosis hasta el nivel de los deseos), el cual deseamos porque lo juzgamos bueno.