Diario del ostracismo. Día 9
Quiero empezar con poema que creo yo, quizás me equivoco, es objetivista:
Hoy voy a plantar rúcula
en silencio
nos ignoran
¿Adónde iremos?
Todos los días caen bombas
a nadie le importa
¿Para qué siembro si no
llegaremos a cosechar?
Algo así dijo un nene en Gaza que abrazaba fuerte a su gatito Simba pero de color negro. Ahmed quizás no existas para cuando yo publique estas palabras que surgieron de escucharte explicar con tu gatito en brazos por qué ibas a plantar rúcula.Yo no puedo casi comer rúcula a menos que quiera terminar en el hospital, pero sí albahaca.
¿Qué es peor: sentir pena o sentir bronca?
Buenos Aires es un agujero negro. Si viviera acá sería mucho más fácil caer en la trampa que se nos propone. El ruido, las luces, los infinitos distractores, las alertas máximas, la hostilidad permanente, las pequeña e infinitas burocracias que hay que sortear hacen que el día se pase sin mas, sin ver que transitamos el fin del mundo, así literal, la extinción: ¿nos reemplazarán por máquinas? ¿Se rebelarán las máquinas? El final de los discas de las colonias de las cuales yo soy una. Somos extinguibles. De todos modos, ¿quién puede continuar queriendo estar en este mundo así tal cual se encuentra?
Por una vez, neguémonos a elegir entre incendio e inundación porque no se puede elegir entre lo que no es elegible. Ya, mátennos si les dan los huevos, y qué tanto cuento.
Absolutamente desterritorializada ya no soy de acá tampoco aunque acá parezca menos encerrada; ¿podría acaso pensar lo que pienso si no me encontrara aislada como me encuentro? Alguien me explique en qué momento trabajar se convirtió en un actor de rebeldía: por qué hay bafici, porque feria del libro, por qué seguimos para adelante como si no se supiera que nos espera el abismo, por qué no nos negamos...Nadie elige el camino de abrojos. Solo hay gente que no se saca la lotería de un maso de cartas todo marcado. Hay quienes quieren comer rico siempre, hay quienes tuvimos que dejar de hacerlo para continuar con vida, hay quienes queremos clavar una bala en el centro del blanco. Ya nadie sabe quien es Beatriz Guido y ya nadie lee el Tristan Shandy. Me avergüenza vivir entre gente que siente vergüenza de ser diferente o lo que de ella se piense en términos morales.
Prometo más, prometo pronto. La experiencia médica es agotadora. No obstante me está haciendo muy bien re-encontrarme con mi público lector y sus muestras de afecto.
Al único que le creo es a mi desencanto. Lo que sea que tenga que pasar, esta vez ocurrirá sin mi.
A veces quisiera tener las vicisitudes de las personas con enfermedades crónicas del norte económico, pero la verdad verdadera me gustarían dos cosas:
1) que aceptemos que somos un error, una anomalía y un triste malentendido y este planeta se convierta en piedra.
2) servicios médicos de la calidad del norte económico para todo el mundo de manera universal estés donde estés cuándo estés.